Todo lo que toco es diferente, diferente
melodía,
diferente armonía, diferente estructura.
Thelonious Monk
Hace
algunos años conocí a Jaime Villegas, desde entonces he ido descubriendo como
cada nota de jazz se involucra con su trazo para volverse un entorno, un ambiente consagrado a ese
género musical, cuyo nacimiento se remonta
a New Orleáns vinculando a los
músicos de diversas generaciones sin importar el contexto espacio-tiempo.
El jazz es una imagen sonora, ambigua donde los
silencios y los contrastes del ritmo le
dan un matiz etéreo pero firme a la
melodía. En el caso de Villegas utiliza estos elementos para crear atmósferas
imprecisas, subyugantes de un mundo donde el saxofón, el contrabajo, la
guitarra, el piano y una buena voz remiten a paisajes, surrealismos, un cubismo
inexacto o el estilo abstracto con
técnicas de sorpresa, así ante estas contradicciones, Jaime vislumbra formas y recrea el sentir de los músicos que
se divierten en otros espacios, en otras esferas, cada uno con sus respectivos
enigmas, estigmas, misterios.
Si pudiera definir el trabajo pictórico de Jaime
Villegas y el Jazz a través de un poeta, creo que el más indicado sería Oliverio Girondo,
específicamente en su poemario En la masmédula (1946). Uno de los poemas
contenidos en este título, en lo personal reflejan los acordes y la labor creativa de la pintura fusionada
con el ritmo jazzístico:
De oleaje tú de entregas de redividas muertes
en el la maramor
plenamente amada
tu néctar piel de pétalo desnuda.
De oleaje tú de entregas de redividas muertes
en el la maramor
plenamente amada
tu néctar piel de pétalo desnuda.
La labor de
Jaime no sólo es la de pintar un momento donde la música es parte
fundamental, sino conforme han pasado los años, cada dibujo creado se ha
vuelto una crónica visual, una
permanencia, el pasado y presente de un movimiento musical que en nuestra
ciudad permanece en constante renovación. Nombres como Juan D’Anyélica, Chucho
Valdez Jr., Mario Patrón, Hiram Gómez, en este momento vienen a la memoria,
otros se escapan, pero gracias al cronista del jazz quedaran en los anales cancunenses y quizá
traspasen las fronteras de los sueños.
En cada dibujo este admirador de experiencias
musicales, no sólo reinventa las figuras de los ejecutantes, también involucra
a los oyentes, a los seres anónimos y eso conlleva a un cúmulo de expresiones y
elementos congruentes de su estética personal
a la estética contemporánea y como puente absoluto la complejidad que se
esparce por Cancún, nadie somos todos, todos somos nadie.
Jaime Villegas recrea un mundo análogo a los sonidos
cálidos del saxofón, la libertad y contraste de los solos, el mensaje onírico
de la música, el jazz clásico y jazz fusionado con ritmos latinos, del flamenco
y los ritmos africanos, la alquimia de
Bessie Smith, Miles Davis o el jazz fusión de Juan D´Anyélica, texturas del
alma registradas de manera nítida por un hombre que toma a la pintura como
instrumento para alcanzar en los preámbulos de la madrugada la seducción de los sonidos.
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